El loco de la motosierra – el ortiba (2024)

«El loco de la motosierra» es el título argentino que los video-editores le pusieron a la película «La masacre de Texas«, del norteamericano Tobe Hooper estrenada en 1974. ¿Título que anticipaba el actual estado mental de los argentinos?

Por David Sibio*

1. Cuando Hitler y sus secuaces envenenaron la lengua de la sociedad alemana lograron constituir lo que Hannah Arendt denominó el objeto ideal de la dominación totalitaria: personas para quienes ya no existe la distinción entre un hecho de la realidad empírica y la ficción, ni tampoco la distinción entre lo verdadero y lo falso. Un envenenamiento similar padece la lengua de la Argentina 2024, en la que prolifera un sujeto incapaz de distinguir un hecho de una ficción, y lo verdadero de lo falso. Esta situación de límites difusos permite a las ficciones moldear una mentalidad, y lo que es únicamente posible en la ficción, se vuelve aceptable en la realidad de los hechos. La ficción, como sostiene Ricardo Piglia, construye un discurso que no es, y no pretende ser, verdadero ni falso: todo el efecto de la ficción se juega en «ese matiz indecidible entre verdad y falsedad».

2. En el libro El Tercer Reich de los sueños, la periodista Charlotte Beradt presenta un archivo compuesto por los sueños de las personas de a pie de los primeros años del nazismo en el poder. Los distintos registros oníricos —los sueños que presenta Beradt— demuestran que los efectos de la «Lengua del Tercer Reich» (v. Victor Klemperer) llegaron hasta lo más íntimo de los sujetos: la dominación es total cuando el sujeto no es libre ni siquiera a la hora de dormir y soñar. Leandro Levi y Soledad Nívoli sostienen que los sueños del libro de Beradt son «testimonios vivos del Tercer Reich que revelan el achatamiento al que se vio reducida la palabra.» Alguien sueña: «Cuento un chiste prohibido, pero por precaución lo cuento mal, de este modo ya no tiene sentido.»

3. Para Beradt los sueños funcionan como un «sismógrafo» que anticipa las catástrofes políticas, una alarma que se enciende cuando hay algo peligroso que amenaza la vida colectiva: captan lo que la conciencia de la vigilia aún no logra atender. La actividad onírica también es un registro de lo que pasa en las mentalidades de una época: los «sueños no son un efecto del shock, sino un reflejo de sus impactos mentales y morales en el interior de los soñantes.» Levi y Nívoli afirman que el texto de Beradt «muestra los efectos concretos de lo político en el sujeto, ya que sus relatos oníricos, al modo de «fábulas», nos transmiten los mecanismos de la realidad totalitaria que por esos días marcaban la subjetividad.» Vamos a suponer que las ficciones (las fábulas) que producimos y consumimos tienen también este rol: son anticipaciones enigmáticas del por-venir que pueden funcionar como alarmas a las que deberíamos prestar una especial atención.

4. La ficción es un elemento que suele aparecer en la política argentina. «Habría que hacer una historia del lugar de la ficción en la sociedad argentina. El discurso del poder —sostiene Piglia— ha adquirido a menudo la forma de una ficción criminal.» Los escritores suelen percibir en su presente los elementos y las formas de la realidad futura. No se trata de un poder profético, sino de una capacidad para comprender en el arte de la ficción, desde los restos del presente, lo que aún no es. «La ficción —continúa Piglia— construye enigmas con los materiales ideológicos y políticos, los disfraza, los transforma, los pone siempre en otro lugar.» Así, en cierto sentido, toda película es como el sueño de otro y nos puede dar las claves de una mentalidad.

5. «¿Las películas de terror de Hollywood reflejan un estado mental norteamericano?» es la pregunta-título de un texto de Siegfried Kracauer. Allí podemos leer que en EE.UU fueron estrenadas tantas películas colmadas de terror y sadismo que se volvieron un lugar común. «El objetivo inicial era transmitir al público norteamericano la amenaza del nazismo: las torturas de la Gestapo, los desfiles relucientes alternándose con agonías silenciosas, la vida cotidiana en la atmósfera opresiva de una Europa conquistada por los nazis, etc.» Y finalizada la guerra, explica Kracauer, las películas de terror continuaron su marcha: «la extraña y velada inseguridad de la vida diaria bajo el régimen nazi se traslada a la escena norteamericana. Conspiraciones siniestras se incuban puerta de por medio, dentro de un mundo que parece normal: cualquier vecino confiable puede convertirse en un demonio.» El artículo es del año 1946, pero de haber sido escrito en 1960 seguramente podría haber incorporado a la película Psicosis de Alfred Hitchco*ck, entre los ejemplos que Kracauer nos ofrece. No solo porque incluye en su análisis algunos títulos de Hitchco*ck previos a Psicosis, sino porque la expresión «cualquier vecino confiable puede convertirse en un demonio» parece describir lo que pasa con Norman Bates cuando se convierte en Norma Bates.

El loco de la motosierra – el ortiba (1)

Foto: Natasha Pisarenko (AP)

6. La novela de Robert Bloch en la que se inspira esta película de Hitchco*ck, se basa en un hecho real: los crímenes del asesino y profanador de tumbas Edward Theodore Gein en el Estado de Wisconsin, EE.UU. Otra película, estrenada catorce años más tarde, también se basa en el mismo hecho real pero lo ficcionaliza de otro modo: en lugar de un individuo asesino, nos presenta una familia asesina. En este sentido, La masacre de Texas (1974) de Tobe Hooper, puede ser pensada como la ficcionalización del estado mental norteamericano luego de los crímenes del clan Manson. La película de Hooper narra la pesadilla que vive un grupo de cinco jóvenes amigos y amigas (entre ellos Sally y su hermano parapléjico Franklin) que viajan a una zona rural del Estado de Texas. El plan de Sally y Franklin es visitar la casa de sus abuelos, en la que pasaron momentos de su infancia. La casa, en el presente de la película, está deshabitada y en ruinas. Y mientras paran para visitarla, dos integrantes de ese grupo de amigos se van a recorrer los alrededores y se topan con otra casa. Es una zona rural desolada, y como espectadores podemos percibir algo extraño: pasa algo raro. Este punto de la película es el encuentro fatal con un monstruo, mejor dicho, con la familia de monstruos: un grupo de personas que trabajaban en los mataderos de la zona y que ahora (porque fueron reemplazados por un avance tecnológico, o porque los mataderos cerraron) están desempleadas y han quedado al margen de la sociedad, lumpenizadas: son asesinos caníbales, y el grupo de jóvenes, sus víctimas. La masacre de Texas es en realidad una ficción, pero una ficción que se basa en un hecho real. Entonces, La masacre de Texas transforma un hecho real en una ficción: transforma una pesadilla viva, una pesadilla real, en una pesadilla cinematográfica. La película comienza con una narración introductoria que le advierte al espectador sobre lo que va a mirar a continuación: los eventos de uno de los crímenes más extraños de los anales de la historia (norte)americana. El terror del film de Hooper se basa en este piso de realidad que vuelve más intensa la experiencia de sus espectadores. Pero por suerte, la película es una ficción y todos y todas estamos a salvo… ¿O no?

7. El monstruo que más destaca, en la familia de caníbales, es uno que lleva una máscara hecha con piel humana y usa una motosierra. Asesina con una motosierra. El título original de la película incluye la palabra «motosierra», que en inglés es «chainsaw»: The Texas Chainsaw Massacre.[1] Que la palabra «motosierra» forme parte del título de una película de terror no tiene nada de raro. «Motosierra» y «película de terror» maridan bien, como el vino tinto y el asado. Raro es que esa palabra (motosierra) forme parte de otra cosa. Lo raro, pariente cercando de lo siniestro freudiano (unheimlich), según una definición precisa de Mark Fisher, es cuando hay algo que no debería estar donde está: «lo raro es aquello que no debería estar allí.» Podemos pensar o darnos cuenta que pasa algo raro cuando en nuestro ámbito familiar aparece algún objeto o alguien que no es de ese ámbito, un objeto o alguien que no es familiar. Lo raro —sigue Fisher— también es indicio de que los conceptos y marcos teóricos que hemos empleado hasta el momento se han quedado obsoletos. Raro es encontrar la palabra «motosierra» junto a la palabra «presidente» o junto a la palabra «democracia», o junto a otras palabras del vocabulario político que consideramos democrático. A veces la ficción, como sostiene Piglia, habla de lo que está por venir, de lo que aún no es: una ficción es un modo enigmático de anticipar y construir el futuro. Por eso es importante prestar atención a películas como La masacre de Texas. Recuerdo que la película, en los años noventa, se podía alquilar en cualquier video club cercano. El título que tenía en ese entonces no era «La masacre de Texas». Para hacerla más atractiva los video-editores de la época le habían puesto otro título: «El loco de la motosierra». ¿Título argentino que anticipaba el estado mental argentino? En la imagen del frente de la caja de la película se veía, a contraluz, una silueta oscura con una motosierra en sus manos, levantada sobre su cabeza. Y si uno miraba la imagen con atención, aparecía un detalle que en nuestro contexto resuena de forma siniestra: el monstruo lleva puesta una peluca. Si alguna vez vieron un monstruo con una peluca y una motosierra en sus manos, espero que haya sido en la película.

8. Las ficciones son alarmas de lo que está por-venir: «las películas —afirma Kracauer— no sólo responden a las demandas populares; también reflejan las tendencias e inclinaciones populares. De aquí se concluye que la desintegración [mental] interna […] es ahora un fenómeno extendido. Y las imágenes que reiteran las pantallas de nuestros cines sugieren que el sadismo y la aprensión descontrolada son parte de esa desintegración.»

La pregunta que formula el título del texto de Kracauer se puede desplazar a la realidad argentina: ¿las películas de terror de Hollywood pueden ayudar a comprender el estado mental argentino? Específicamente: el estado mental del poder político neo-colonial que llegó al gobierno en diciembre de 2023. Para explorar la mentalidad de tal proyecto debemos indagar en las ficciones de la nación colonizadora. En la mentalidad del colonizador podemos encontrar la imaginación que estructura el deseo del colonizado. Esto tal vez nos permita comprender cómo fue posible el consenso en torno a elementos y palabras que pertenecen al universo de una película de terror y no al universo de una democracia constitucional. Las ficciones son alarmas que debemos atender para que no se transformen en acontecimientos indeseables, para escapar de Texas y volver a la democracia.

Referencias:

[1] En un ciclo de películas sobre monstruos organizado por el cineasta Benjamín Naishtat, el historiador Martín Wasserman expuso que la película de Tobe Hooper se hace eco de los efectos de la crisis del petroleo de los años setenta: el grupo de monstruos representa al sector dominante en crisis (son dueños de la estación de servicio, es decir, de la energía), que recurre al más brutal de sus miembros (uno que usa una motosierra) para resolver sus dificultades. Sally, Franklin y sus amigos representan a la juventud (la nueva generación) que recorre las rutas del país, de visita en lugares otrora prósperos y ahora en decadencia, y no encuentran combustible debido a la crisis. Wasserman observó que, según lo muestra una escena de la película, los jóvenes intentan comprender su destino leyendo el horóscopo, son orientados por «las fuerzas del cielo». (Presentación de La Masacre de Texas en el Cine Oriente, CABA, 2 de mayo de 2024).

Buenos Aires, 26 de abril de 2024.

*Docente de filosofía en Universidad Nacional de General Sarmiento.

Con información de La Tecl@ Eñe. Revista Digital de Cultura. Editor/Director: Conrado Yasenza

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